Me voy a detener en dos de sus obras que, aunque por pura coincidencia, marcaron el comienzo y el final de una de las etapas más importantes de mi vida: Peer Gynt y Casa de muñecas.
Cuando era lo suficientemente joven e inexperta para juzgar a los demás, vi la obra Peer Gynt, interpretada por Alfredo Alcón en el teatro San Martín, allá por 1989. Si bien la obra fue originalmente escrita en verso, fue adaptada en esa ocasión, en forma de prosa.
Peer Gynt es un joven campesino que recorre el mundo protagonizando múltiples aventuras y al final de sus días descubre que su existencia carece del mínimo sentido. Lleno de sueños y ambición, pero sin voluntad, desperdicia su vida, evitando comprometerse. No tiene la fuerza que se necesita para forjar una personalidad con convicciones y jugarse por ellas.
Recuerdo que al ver la obra, sentí un inmenso desagrado por el protagonista, a quien consideré débil y falso. Mucho tiempo después, reconozco a Peer Gynt en aquellos que viven para mimetizarse, que son blancos en un mundo blanco y negros en un mundo negro, personalidades camaleónicas que no muestran su verdadera cara porque no tienen una, sino miles. Nunca van a poder ser ellos mismos, porque sólo existen en los demás.
That says the Button-Moulder, is just the trouble: "You are not bad enough for the sulphur-pit, nor good enough for Paradise. And so, into the ladle you go! "
Peer Gynt insists: "But you cannot kill a soul! Haven´t I been a personality? An individual? Myself?"
"You have been selfish, " the Button-Moulder replies, "but not yourself."
En Casa de muñecas, el autor desarrolla un drama en tres actos alrededor de la figura de Nora. Ama de casa, integrante de una familia feliz, con tres hijos, que triunfa socialmente (por el ascenso de Torvaldo, su marido, en su puesto de trabajo en el banco), y que guarda un secreto que puede derrumbar el mundo idílico en el que vive.
A medida que avancé en la lectura fui sintiendo que Nora tenía el potencial de ser mucho más de lo que era. Sentí que sacrificaba su verdadero ser para que su marido se sintiera seguro en su superioridad. Y al final, sentí el dolor de Nora al verse obligada a reconocer la realidad como es y a actuar en consecuencia.
Nora sabe que Torvaldo puede descubrir su secreto, pero cree que, si él es el hombre que realmente cree que es, eso reforzaría su matrimonio. El final no es el que Nora espera y Torvaldo la decepciona dos veces. Primero, cuando cree que el secreto de Nora lo va afectar y la llama ridícula, insulta a su padre, a quien culpa por el comportamiento de ella, y finalmente le propone salvar los restos, las apariencias.Y después, cuando la situación se aclara, Torvaldo se da cuenta que su imagen y su fortuna no corren peligro, y la vuelve a tratar con cariño. Nora, decepcionada, lo abandona y el se queda sin entender qué es lo que realmente acaba de ocurrir.
Quiero exorcizar mi primer fantasma: Vivir en una casa de muñecas, como referencia al libro de Ibsen, no significa no ver la realidad, sino, no querer verla. Como en el caso de Nora, cuando las circunstancias hacen que no pueda evitar ver la realidad, la reconoce y esto la obliga a tomar una decisión final sin vuelta atrás: no vive una vida satisfactoria y aunque el sacrificio que ha realizado por su marido ha merecido la pena, su comportamiento la ha defraudado. Sus ojos se han abierto a la falsedad y no puede evitar modificar sus circunstancias.
Nora- Como yo soy ahora, no puedo ser tu esposa
Helmer- ¿No puedo transformarme?
Nora- Quizá... si te quitan tu muñeca
Helmer- ¡Separarme ... separarme de ti! No, no, Nora, no puedo resignarme a la separación.
Nora - Razón demás para concluir
Helmer- Nora, todavía no, todavía no. Espera a mañana.....
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